El juego es una actividad presente en todos los seres humanos.Su universalidad es el mejor indicativo de la función primordial que debe cumplir a lo largo del ciclo vital de cada individuo. Habitualmente se le asocia con la infancia, pero lo cierto es que se manifiesta a lo largo de toda la vida del hombre, incluso hasta en la ancianidad.
Popularmente se le identifica con diversión, satisfacción y ocio, con la actividad contraria a la actividad laboral, que normalmente es evaluada positivamente por quien la realiza. Pero su trascendencia es mucho mayor, ya que a través del juego las culturas transmiten valores, normas de conducta, resuelven conflictos, educan a sus miembros jóvenes y desarrollan múltiples facetas de su personalidad.
Está vinculado a la creatividad, la solución de problemas, al
desarrollo del lenguaje o de papeles sociales; es decir, con numerosos
fenómenos cognoscitivos y sociales. Tiene, entre otras, una clara función
educativa, en cuanto que ayuda al niño a desarrollar sus capacidades motoras,
mentales, sociales, afectivas y emocionales; además de estimular su interés y
su espíritu de observación y exploración para conocer lo que le rodea. El juego
se convierte en un proceso de
descubrimiento de la realidad exterior a través del cual el niño va formando y
reestructurando progresivamente sus conceptos sobre el mundo. Además le ayuda a
descubrirse a sí mismo, a conocerse y
formar su personalidad.
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